Camino sobre hojas secas putrefactas por el tiempo,
pronto será más tierra para ocultar la vida.
A mi alrededor, humedad, calor y penumbra.
Las ramas de los arboles sólo dejan pasar
débiles rayos luminosos,
para morir devorados por el río de pirañas
ante su alimento vital.
A lo lejos un arpa goza sus arpegios celestiales.
Acompaña a las aves y sus trinos disonantes.
Están celebrando la libertad.
Se deslizan por el cielo con gran facilidad,
parece como si la mano de Dios
cortara el firmamento en elípticos trocitos
para repartir a cada quién su igual.
En derredor, la naturaleza sobrevive.
Una cala enana me sonríe,
sus enlutadas vestiduras se elevan
orgullosas al lado de la orquídea
que llama mi atención...
¡Qué bella flor !...
Cómo esconde su hermosura
a los profanos ojos que la llenan de rubor.
Me deslizo por acolchados senderos
hasta dar con el claro, donde reina el color.
Un mar de hortensias sirven de portada,
al fondo, una fuente cristalina,
donde florecen las místicas
corolas de lotos perfumados.
Sus hojas inertes sobre el agua argentina,
sostienen una lágrima mía.
Llama un pavo real, la codorniz responde,
son testigos de mi asombro
y de mi intromisión.
Estatuas del Olimpo el camino me señalan;
desean me marche de su imperio vegetal,
mis ojos lo ven todo
están almacenando el alimento
que ha de crear mi canción...
Leonardo Silva (San Bernardo)